domingo, mayo 10, 2009

Tactos y sombras (II)

domingo, mayo 10, 2009
II

No sólo las sombras chinescas se proyectaban sobre las paredes de aquel entonces. En mi cuarto, por ejemplo, las cortinas parecían tener vida propia, alentadas por corrientes de aire sempiternas. Solía encontrar brujas, hadas, gnomos, solía ver flores o murciélagos, candelabros de múltiples brazos que pretendían alcanzarme.

Ojos cerrados mediante, yo huía de esas figuras. En su lugar, encontraba dentro de mí sus voces, sobretodo la de una mujer que me repetía cosas. Me llamaba por el nombre y repetía cosas, aunque ya no recuerdo lo que decía.

Pensaba que un día dejaría de escucharla, con ese pánico que me recorría al saber que sólo estaba dentro de mí, que sólo yo la conocía. Aprendí que todos tenemos miedo a la locura, sobretodo cuando nos sentimos un poco enfermos. Y yo me sentía un poco así: como la niña del cuento a la que alguien debe componer nuevamente.

No sé cuántos años habrá vivido en mí, ni por qué razón me dejó un día, para siempre. Lo que su sombra proyectaba, sin embargo, permanece inalterable.

Hay ciertas cosas que son, cómo decirlo. Perennes.

1 comentario/s:

Anónimo dijo...

Buen final para este pequeño viaje por el revés de las cosas; un texto al mejor estilo tuyo, que lo tienes.


B.

 
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