lunes, marzo 30, 2009

Misura

lunes, marzo 30, 2009

a Omar Requena.


Quizás
la medida de este amor
sea proporcional
a las vueltas que me dí antes
de entender que la fuerza de gravedad
era mucho más tangible
que mis miedos.

domingo, marzo 29, 2009

Empanadas de murta

domingo, marzo 29, 2009
Cosas del sur. La murta, fruto silvestre que nadie por estas latitudes conoce. Crece en arbustos que alcanzan el metro de altura, y se cosecha desde mediados de marzo hasta fines de abril. El fruto se caracteriza por su aroma intenso, embriagador. Es de color rojo, cuando está maduro. No mide más de medio centímetro, y es blanco y blando por dentro.

En casa, mi mamá hacía por estas fechas las típicas empanadas de murta, así como las de manzana verde. Las de murta eran mis preferidas, por el aroma que permanecía la tarde entera en toda la cocina. También se hace licor con ella (el "murtao") y dulce (mermelada).

Dejo la receta de las empanadas y algunas fotos que tomé.


A

(15 unidades)

Ingredientes:
Masa
  • 700 gr. de harina.
  • 100 gr. de margarina.
  • 3 huevos.
  • 100 gr. de azúcar.
  • 1 cdta. polvos de hornear.
  • agua tibia/leche.
Relleno
  • 1 kg. de murtas.
  • azúcar (1 cucharadita por empanada)
Preparación

Haga el típico "volcán" con la harina. Incorpore los polvos de hornear y el azúcar. En el "cráter" de su volcán, ponga los huevos (yema y clara) y la margarina, derretida. Incorporar los ingredientes con una mano. Agregar agua tibia o leche, hasta lograr una masa blanda.
Para el relleno, las murtas deben estar limpias. Debe quitársele la corona y hojitas o palitos, si es que lo traen. Cuando la masa esté extendida, se coloca al centro una cucharadita de azúcar y encima un puñado de murtas.
Cocinar a horno con fuego medio por 45 minutos, aprox.

Onírica

Hace poco más de un mes que me he dado a la labor de escribir mis sueños. Una de las razones tuvo que ver con la abundancia de ellos y la cantidad de detalles y sucesos que podía recordar. También, contándolos, me di cuenta que buena parte era bastante más largos que el promedio. Verdaderas "historias", como me han dicho.

Todo eso, me convenció de abrir el blog de sueños que ya conocen. Y desde que existe, mis sueños se hicieron aún más reales, más vívidos. Me encanta cuando puedo "desdoblarme" y ver lo que estoy haciendo, o cuando los sueños son en blanco y negro, o cuando suceden cosas increíbles, maravillosas. Me encanta cuando aparecen situaciones cómicas, o cuando algo de mi vida se resuelve en ellos. Más de una idea ha venido de ese mundo, y eso me parece muy valioso.

Pero. Sí, siempre hay un pero. Desde que comencé a trabajar en Rancagua, no es lo mismo ni es igual. Las primeras dos semanas, incluso soñé con cosas del trabajo, preocupada como estaba por agarrarle el vuelo, como decimos en Chile. Además, la frecuencia se hizo menor, sobretodo porque hay noches en que estoy tan cansada, que al día siguiente no recuerdo nada. Y también porque, si no los cuento (o al menos, me-los-cuento), los pierdo de mi memoria.

Resolví, la semana pasada, hacer pequeñas notas en mi agenda, con palabras claves. Por ejemplo, el sueño donde jugaba en una mesa larguísima, tenía, a modo de tags: MESA-SEÑORAS-CROUPIER-ANDREA-PREGUNTA-MUDO.

Así, resumí el sueño donde jugábamos a Preguntas&Respuestas; mi hermana daba una respuesta sobre nosotras, y luego el sueño perdía el audio. Pude retener, al menos las ideas principales, de esa manera.

domingo, marzo 22, 2009

Y cuando digo cielos...

domingo, marzo 22, 2009

...digo cielos azules!

sábado, marzo 21, 2009

Otto e mezzo

sábado, marzo 21, 2009

Fellini, 8 1/2 (1963) me ha sonsacado más sonrisas que varias comedias juntas. Así de sencillo, por obra y arte de la sinceridad. El buen Calamaro diría tal vez "honestidad brutal", mientras yo me pregunto por qué razón, motivo, o circunstancia, es que esa cualidad divierte tanto y hace que las cosas más terribles de decir, parezcan de pronto naturales y, consecuentemente, menos graves de lo parecen.

Pienso, por contrapropuesta, en las teleseries chilenas que son, a mi entender, una sarta de idioteces coloridas. Al menos las que han aparecido en estos últimos años. Allí, los dramas que pretenden emular la realidad no pasan de ser tibios remedos, fantasiosos, de lo que a alguien podría ocurrirle... en Júpiter. No son verosímiles pero se jactan de tocar temas "contingentes": la homosexualidad, las separaciones de pareja, los embarazos para retener al novio que se ha enamorado de otra (?), el éxito económico (?), etcétera.

Hay gente que me dice: pero Ange, si son sólo comedias. Ya. Comedias. Comedias donde cada capítulo alguien llora por amor (dizque) y luego va y por desengaño (dizque) le pone los cuernos al amor de su vida (dizque) y luego se arrepiente (dizque) y (adivinen) ...vuelve a llorar por amor . Cabe preguntarse por qué la gente no se atora de la risa con tanta hilaridad, por qué hay peleas en los hogares chilenos, si bastaría con encender la tele a la hora 20 de cualquier día de la semana, y ya. Asunto solucionado.

Entonces, hoy, me siento a ver esta película de 1963 y me río con ganas. Porque sí, es verosímil. Las crisis son verosímiles, los engaños, las reconciliaciones que nadie alcanza a comprender totalmente, los nacimientos de una galaxia llamada inspiración: el hilo que conduce una idea tras otra, a veces tercamente, hasta su desenlace placentero. Todo eso es verosímil; y sobretodo las facciones del Mastroiani cuando se siente la mierda más mierda del mundo por no poder decir la verdad de lo que siente, empezando por decirse a sí mismo: ni siquiera sé lo que siento.

Da risa porque el mismo personaje se ríe de su pobreza interior, de su falta de autenticidad. Y es entonces cuando comienza a ser auténtico, genuino de veras. La risa es por verguenza y por reconocimiento. Es una forma de decirse "qué mierda que soy a veces... ¡y no me doy cuenta!". Da risa porque uno, si es lo suficientemente honesto o lo suficientemente brutal (a lo Calamaro), inevitablemente dice "sí, joder, es que así somos los seres humanos". La cosa, como dije al principio, es dolorosa pero queda, como por arte de magia, universalizada: es natural y es mejor reconocer que somos así.

Lógico, el paso siguiente al reconocimiento de la propia pendejería, es la risa y no (ojo), la tragedia.

Eso es verdaderamente terapéutico y da posibilidades de cambio. No la farsa, ni la gazmoñería, ni mucho menos el drama indigerible de la culpa.

He dicho.

domingo, marzo 15, 2009

Domingo para la semana

domingo, marzo 15, 2009
A una semana de comenzar el otoño cierro las cortinas. El aire enrarecido del verano rasga mis oídos sin noticias. El olor a manzana-canela me inunda desde la cocina. Intenso. Como el pensamiento de las mañanas, cuando pienso acostumbrarme al túnel que conduce a la carretera 5 sur. Y ver la luna ahí, todavía. La madrugada que se alarga. La noche que se precipita mientras cruzo la distancia de una autopista. Pienso hundirme en la butaca, y entonces, aprieto la palanca del costado y el respaldo desciende junto con mis sueños. En ellos, el túnel es infinito. Toda la oscuridad, es él. Yo me dejo inundar, me dejo cubrir de su aire. Cuando abro los ojos, de la luna sólo queda una estela blanca.

domingo, marzo 08, 2009

Calma de domingo

domingo, marzo 08, 2009
Fotopoesía: Mariana Copello.


El sol pega fuerte
la congestión pega más fuerte
el amor pega más, más fuerte

cierro las cortinas
bebo té con limón
y abro los brazos
rendida.

miércoles, marzo 04, 2009

Nano Stern y Chinoy: Para la pena no

miércoles, marzo 04, 2009


Viene de bien, viene de sol
Del corazón, del corazón.

Viene de bien, viene de flor
de la pesca del pecador

Viene de corazón
Para ser lo que soy
Viene cuando yo voy
Para la pena,
Para la pena no.

Viene de bien, viene en canción
Entre la calle y callejón

Viene de miel, viene en perdón
Como mechas al ventarrón

Viene de corazón
Para ser lo que soy
Viene cuando yo voy
Para la pena,
Para la pena no.
(Letra y música: Chinoy; acompaña en la interpretación: Nano Stern)

lunes, marzo 02, 2009

O-marzitis

lunes, marzo 02, 2009

Después de Febrero, Marzo. Y bueno, lo que todos ya sabemos en este país: clases, pago de matrículas, nuevas inserciones laborales, hora de resolver cosas pendientes del período anterior, toma de decisiones, término de las vacaciones, petición de préstamos si no alcanza el dinero, ciao ciao calor veraniego, playa, gafas de sol.

Sin tregua, Marzo anuncia que la vida debe continuar. O seguir continuando, para algunos.

El año pasado, por estos días, hubo en Santiago de Chile una tormenta eléctrica espectacular. Lo recuerdo perfectamente, porque iba a una obra de teatro con mi carissima Alejandra, una amiga ecuatoriana. Ya en el metro, entendimos que el panorama debía cambiar ya que la puesta en escena era al aire libre, y el aire estaba ocupado, digamos, por la lluvia.

Las mujeres, aún calzando sandalias y demás zapatos abiertos, lucían desastrosas. Nadie tenía un puto paragüas, y eso que aquí es un negoción venderlos cuando caen dos goteras. A mí todo eso me causaba mucha risa. Estaba feliz, sencillamente.

Alejandra y yo decidimos ir a su casa (en aquel tiempo ella estaba viviendo con unas gringas simpáticas y yo no conocía el departamento, así que me pareció buena idea ir allá). Pasamos a un supermercado de Estación Central y compramos frutas y comida para regalonearnos. Recuerdo que estaba comenzando a cargar las bolsas, cuando sonó mi celular: era D. B. llamándome desde Guayaquil.

Lo cierto es que no le entendí ni la mitad de lo que dijo, porque en ese momento la lluvia se tornó más intensa. La gente corría hasta los aleros de las tiendas, intentando acampar. Yo miré a Ale, y de un salto nos sumergimos en la marea y corrimos hasta el paradero. Transantiago apañó, y nos subimos en una 427 que llegaba hasta Las Condes.

Aquí en Santiago, una lluvia así es capaz de generar una fraternidad jamás vista. La gente hasta se sonríe, por lo bajo, y todos son condescendientes con los look de los otros. No importa que estemos despeinados, con la pintura de ojos corrida y las sandalias empapadas. Total, "son cosas que pasan", cuando llueve así, después de los treinta y tantos grados del verano. Hasta los choferes de micro perdonan el que uno sea torpe y demore en bajar o subir, y algunos incluso colaboran: intentan dejarlo a uno en un lugar que no sea un charco de agua, para bajarse. Todo un acontecimiento.

Pero ni así la gente es feliz. La solidaridad se establece por las quejas que todos comparten y que terminan con un "no quiero que llegue el invierno". Pendejos. No piensan que al día siguiente, después de una lluvia así, ¡se ve la cordillera de fondo en la ciudad! ¡Se respira aire! El smog desaparece al menos veinte horas. Los bomberos dormirán tranquilos porque no habrá incendios. Los lanza están buscando robarse un paraguas y no una cartera. Los jóvenes llegarán a tomarse una sopa a la casa y no irán a tomar chelas hasta quedar botados en algún carrete.

Yo creo que aquí la gente no sabe lo que es la tranquilidad. Igual yo recuerdo ese día, cuando la micro cruzaba la Alameda a la altura de La Moneda y sonó un estruendo fuertísimo. Un chico atrás mío dijo "pedazo de trueno, weón". En efecto, la luz del rayo no se hizo esperar. La gente temblaba a cada sonido atronador y hasta se levantaban de los asientos al ver las luces de los relámpagos tan cerca, iluminando la micro.

En el paradero siguiente, de Universidad de Chile, se subieron unos cantaores populares. Mojados hasta el alma, igual ofrecieron su música entonando dos guitarras. Ale y yo, que compartimos buena parte de esos gustos, nos miramos felices. "En un pueblo olvidado no sé por qué..."; nosotras cantábamos con los chiquillos, el negro José y el repique de la lluvia en el cemento. Pero lo mejor vino después: "Aprieto firme mi mano y hundo el arado en la tierra hace años que llevo en ella ¿cómo no estar agotado?". Nos tuvimos que bajar antes que la canción terminase, pero la cantamos hasta el final.

Ayer, parecía que una tormenta eléctrica estaba naciendo sobre nuestras cabezas. Pero no. El cielo se contuvo. Hacía frío y cayó una leve llovizna, pero nada más. Yo recordaba la tormenta del año pasado y luego a cierta persona que tiene miedo de ellas. O-marzitis, pues.

No hubo tormentas eléctricas, pero escuché su voz. La felicidad fue la misma.
 
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