viernes, mayo 08, 2009

Tactos y sombras (I)

viernes, mayo 08, 2009
Imagen: Kengo Kuma
I

Yo también jugaba al lobo feroz con las manos, cuando se cortaba la luz y la mesa de la cocina se iluminaba tenuemente con una vela improvisada sobre un tarro de café, a falta de palmatorias. Porque la verdad es que jugaban a las escondidas con nosotros, y sólo aparecían con el amanecer del día siguiente, tan cerca que no podíamos menos que maldecir la ceguera.

A mí todo ese ambiente de penumbras, me fascinaba. No por la oscuridad, que incluso temía. Sobretodo cuando tenía que ir al baño, en el fondo del pasillo, y avanzaba muy lento con la vela en la mano, iluminando apenas el paso siguiente. Esa sensación de no saber lo que seguía, me erizaba la piel del brazo.

Lo fascinante, lo paradójico, era ese cerrar y abrir puertas que provocaba la oscuridad. Porque un sentido magnífico, omnipresente, de pronto y sin explicaciones, pasaba a ser algo inservible y deslucido. Y en su lugar, emergían claves agazapadas, secretas, cómplices; instrumentos de lo perceptible, como lo que sería una llave precisa para un mundo inexplorado.

3 comentario/s:

Dina Bellrham dijo...

Luz para María! Luz para María! que venga la luz!, para Ange siempre está... ves? sigueeeee....


DB

Anónimo dijo...

Muy bello tú texto. Sensaciones extrañas se mezclan con la ilusión de que cuando la luz se va, entramos de pronto en un mundo paralelo. Como en el siglo 16 con candelabros llenos de velas que trashumaban sombras desde el fondo de las grandes mesas.Acá en este lado del hemisferio es muy frecuente que apenas caiga una pequeña lluviecita,y se vaya la luz. La diferencia de antes es que ahora no esperamos ver dragones escondidos tras las puertas de los armarios.
Saludos!

Anónimo dijo...

sí, luz para luego jugar a las marionetas con esas sombras chinescas... como una suerte de exorcismo, de teurgia.

abraccio,

 
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