martes, enero 13, 2009

Una mujer partida en dos (2007)

martes, enero 13, 2009
La última función del cinearte El Biógrafo es a las 21.30 horas. Santiago, a esa hora, recupera algo de frescura y se hace un poco más agradable para mí.

Después de un rato, mi hermana abandona la sala y quedo sola, con toda la platea para mí y la pantalla por delante. En ella, la pobre Gabrielle se enamora irremisiblemente de un escritor adicto a las citas y a los placeres. Él trata de protegerla de sí, como intentando torcerle la mano al destino que la joven ya venía cruzando desde el principio. En fin.

La película deambula por encuentros variopintos, excesivos a mi gusto, aunque con diálogos interesantes. Yo miro la pantalla y observo, al mismo tiempo, la platea vacía. Escucho las risas que provoca el personaje del joven rico, un tal Paul Gaudens. Se trata, a primeras luces, de un idiota engreído y melodramático. Sin embargo, a medida que la película avanza (quiero decir: no termina), me preguntaba si esa cualidad le pertenecía exclusivamente al personaje o había corroído la trama, afectando a toda la película de un tono afectivo que oscilaba entre lo histérico y lo profundo.

Hubo cosas, entre toda esa emotividad, que no me cuadraron ni un pelín. Las escenas de la madre comprensiva, que buscaba al joven engreído para consolar a la desilusionada Gabrielle y, más tarde, afirmaba del escritor una bondad que, en cualquier caso, no ayudaba mucho. La aparición del tío, quien realmente entra en una escena a modo de justificación para poder trazar el final (simbólico, claro), o lo que vendría siendo la resultante de aquella antes ingenua "chica del tiempo", luego de aquella debacle que le toca vivir.

Pese a lo anterior, salgo de la sala rescatando los diálogos inteligentes y la imagen de Gabrielle: una mujer que yo no diría partida en dos, pero sí anegada por dos aguas de fuentes diferentes.

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