domingo, junio 28, 2009

Böll

domingo, junio 28, 2009
"De pie en el borde de la acera, me pareció comprender a papá: supe que yo, ahí de pie, era fotografiado; que de mí existía una foto, de pie, en la acera -hundido profundamente en las aguas oscuras-; había una fotografía, y yo sentía unas enormes ganas de verla. Si alguien me hubiese hablado en inglés, le habría contestado en inglés. Allí, en el borde de la acera, frente a la casa de Hedwig, vi con toda claridad lo que siempre había temido ver claro, lo que, para decirlo a alguien, siempre me había producido timidez: que me importaba infinitamente llegar a la misa vespertina antes del ofertorio, y que para mí tenía la misma importancia poder quedarme sentado mientras la iglesia se vaciaba, quedarme a veces hasta que el sacristán hacía sonar su manojo de llaves con la misma ostentación con que los camareros ponen las sillas sobre las mesas, cuando quieren terminar su trabajo; y la tristeza de tener que abandonar el restaurante no es muy distinta a la tristeza que yo había sentido cuando me sacaban de la iglesia, en la que había entrado en el último minuto. Me pareció que comprendía todo lo que hasta entonces no me había sido posible comprender: que Wickeber podía ser una persona devota y a la vez un estafador, y que era ambas cosas de un modo auténtico: devoto y estafador, y abandoné mi odio hacia él lo mismo que un niño abandona un globo que ha tenido en su mano cerrada durante toda una tarde de domingo estival... y luego lo suelta de pronto para verlo subir en el cielo crepuscular, donde se hace cada vez más pequeño, más pequeño, hasta que deja de verse."

El pan de los años mozos.
Heinrich Böll, 1955.

1 comentario/s:

Anónimo dijo...

Genial, sencillamente.

 
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